domingo, 9 de outubro de 2011

(1) PARTICIPACAO INFANTO-ADOLESCENTE

NIÑOS, ADOLESCENTES, JÓVENES-ADULTOS Y SU PARTICIPACIÓN PROACTIVA EN LA FAMILIA, EN LA COMUNIDAD, EN LA SOCIEDAD Y EN EL ESTADO.
RECONOCIMIENTO Y GARANTÍA DE LOS DERECHOS DE EXPRESARSE, ASOCIARSE, SER OÍDAS Y DE OTROS DERECHOS DE PARTICIPACIÓN - EN LA PERSPECTIVA DE LA NORMATIVA NACIONAL E INTERNACIONAL DE DERECHOS HUMANOS.

DERECHO DE LOS DERECHOS HUMANOS: RETÓRICA ELOCUENTE, ACTIVISMO IMEDIATISTA O
PRÁXIS LIBERTÁRIA?

Por Wanderlino Nogueira Neto
O presente texto serviu de base para palestras pronunciadas em Seminários comemorativos do aniversário de aprovação pela ONU da Convenção sobre os Direitos da Criança (CDC), realizados em Montevidéu e em Artigas (Uruguai), promovido pelo Instituto de Estudos Legais e Sociais do Uruguai - IELSUR e por GURISES UNIDOS, com apoio do Ministério do Desenvolvimento Social daquele país e realizado em setembro de 2011.

Como introducción, una primera constatación, acerca de lo tema: en Brasil (quizás en parte de la América Latina), carecemos de mejor sistematizar el discurso teórico-conceptual y de colocar en práctica, en el torno de la participación proactiva y propositiva de niños, adolescentes y jóvenes, en la vida privada y pública.

Esas reflexiones doctrinarias, todavía, deben exceder los vacíos discursos retóricos elocuentes, sin capacidad de justificar y tornar efectivas acciones concretas de participación de eses segmentos poblacionales.

También, deben explayar y mismo extender las experiencias de lo llamado “protagonismo juvenil”, que ése, en verdad, meramente una metodología o táctica de la estrategia amplia de promoción de la participación como un derecho de eses niños, adolescentes y jóvenes, o sea, un mecanismo puntual y restricto de ejercicio de prácticas participativas, de ejercicio del derecho a participar en la vida privada y pública.

Como todos los discursos ideológicos, aquellos acerca la contradicción entre prácticas y teorías tienen sus mitos y sus vacios intrínsecos. En las grietas de esas mitologías y ideologías llenas de contradicciones, tenemos que actuar para desarrollar un proceso típico de desconstrucción de estos discursos teóricos míticos-ideológicos y de des-legitimización de las prácticas de negación de la participación proactiva/prpositiva de las clases populares y de ciertos grupos que más sufren procesos masivos y/o sistemáticos de dominación, discriminación, explotación y violencias - como mujeres, afros descendientes, indígenas,  lesbianas y gayes, niños, adolescentes y jóvenes.

Esa contradicción y esa mitificación manifiestan se de manera más clara cuando ponemos tal pelea por participación socio-política, en la perspectiva de los derechos humanos. Es decir: cuando emarcamos esa participación especial de niños y adolescente, en las normas jurídicas fundantes de los instrumentos normativos nacionales e internacionales del Derecho de los Derechos Humanos.

Cuando ponemos tal pelea por la participación, en la intención de hacer con que los derechos de participación sean reconocidos y garantizados como derechos fundamentales constitucionales, (a) por todos los sistemas de políticas públicas, (b) por el sistema de la Justicia e (c) por los sistemas institucionales y societarios de control y vigilancia - en base la Convención sobre los Derechos del Niño (y la Constitución Federal el Estatuto del Niño y del Adolescente, en Brasil).

Finalmente, para alcanzar el objetivo especifico de fortalecimiento de la participación de niños y adolescentes, en la vida privada y pública, muy importante si hace que las estrategias, las tácticas y las metodologías esteban montadas, a facilitar esto; especialmente las estrategias de
(a) construcción de capacidades y competencias;
(b) aparcerías o alianzas;
(c) auto-empoderamiento de identidades y
(d) fomento a la institucionalización de espacios y mecanismos de participación.

Así siendo, es una quimera dicotimizar entre teoría y práctica, pues  hay necesidad de construirse, sin falsas dicotomías, una verdadera praxis transformadora de la situación actual, de los contextos, socio-económico y político-institucional.


Cuando escribimos y discutimos acerca de las posibilidades de participación de niños, adolescentes y jóvenes-adultos en la familia, en la comunidad, en la sociedad y en lo Estado, de manera proactiva, entonces vienen a la baila algunas de las preguntas anteriores, lanzadas generalmente, de manera acrítica:
“– ¿Por qué no hablar de los planes de acción inmediata para asegurar el papel de los niños, adolescentes y jóvenes- adultos en el mundo? ¿Por qué no podemos asegurar su papel en la práctica,  cuando se discuten los grandes temas nacionales o mundiales? ¿Por qué no estamos compartiendo registros de buenas prácticas de participación de los jóvenes? ¿No será demasiada teorización, ya que en realidad sólo estamos interesados en la práctica y en sus resultados? ¿Estamos escapando por desvíos meramente retóricos?” ¿Donde está más importante invertir nuestros esfuerzos?”  ¿En buenas prácticas? ¿O en reflexiones teóricas?”.

Delante de este preguntar, pídase, por otra parte:
¿- Es posible a dicotomizar este punto, sin daños para nuestro objetivo finalístico?  ¿Una línea excluirá  otra? ¿ O son solamente cara y corona de la misma moneda”?

És importante sistematizar un discurso teórico descriptivo, explicativo y proyectivo. Más también, es importante justificar la participación activa de los niños, adolescentes y jóvenes en la vida social – sin retóricas. También, es importante registrar y analizar las experiencias de participación, vistas como derecho a ser reconocido y garantizado.
Los defensores de la prevalencia incondicional de la práctica (o acción) – es decir,  los activistas - condenarán el discurso teórico como ineficaz y apartado de la realidad. Por otro lado, sostienen los defensores de la prevalencia incondicional de la teoría – es decir, los retóricos - entenderán los conceptos como la verdadera y única fuente de conocimiento y así, por lo tanto, la práctica se debe a elles.

Los argumentos utilizados por el activista pragmático y por el teórico retórico son solo fuertes y consistentes cuando tienen con base la  lógica formal; solamente con el apoyo de las experiencias y valores individuales de momento, o sea, de la búsqueda del poder y del prestigio personal, de la búsqueda ciega de la hegemonía arriba de todo. Así, las dúas posiciones llevan a parcialidades y maniqueísmos.

Por un lado, algunos adultos están, crédulos en su supuesto acervo intelectual y teórico, pero no están aptos por falta de experiencia vivida con los niños, adolescentes y jóvenes. Por otro lado, están muchos niños, adolescentes y jóvenes en la situación opuesta: un mogote de experiencia y, supuestamente, poca capacitación teórica, sistemática y intelectual...

Si nosotros reflexionarnos y teorizarnos acerca de tales participaciones, en estos términos, hacemos que tener tanto la experiencia concreta cuanto también la información al respecto. Teoría y práctica son elementos inseparables de una misma moneda: el conocimiento humano.

Estamos muy bien resuelto cuando estamos dispuestos a utilizar todos los medios a nuestro alcance para lograr lo que creemos que sea nuestro objetivo final, que es resolver los problemas sociales y neutralizar el pánico moral, como los derivados de las luchas o por el fortalecimiento o por el debilitamiento de las funciones de los segmentos con menos poder social y prestigio moral, en una sociedad como la nuestra, marcada por los discursos y las prácticas de dominación, en virtud de pertenecerse a una generación en particular, o a un género, o a una raza-color, a una origen étnica, o a una ubicación geográfica, o a una orientación sexual, o a un estado de la morbilidad o a una cuadro de sufrimiento físico-mental etc.

Es tarea esencial para todos los intelectuales y profesionales la percepción de que la acción y la reflexión sobre la realidad socio-histórica es la misma cosa: en este sentido, condúcenos las formulaciones teóricas y metodológicas de MARX Y ENGELLS [2]. Es inconcebible la idea de ser separados. Por tanto, la teoría y la práctica de la participación de niños, adolescentes y jóvenes, en la vida social, están vinculadas sustancialmente.

Entiéndase, con YOLANDA GUERRA, que "la conciencia es la reflexión teórica de la vida real de los hombres" y así no puede haber una dicotomía, ni mismo romperse la teoría de la práctica. Además de estos aspectos – es necesario, para los intelectuales y profesionales en el mundo de hoy, salir de la crisis de los paradigmas establecidos por el agotamiento de un modelo de logros científicos y profesionales, un modelo inspirado en bases positivistas y cartesianas.
A veces, en el movimiento de luchas por los derechos de niños y adolescentes, esa falsa dicotomía está establecida y muy sostenida, cuando se habla de los derechos de participación de niños, adolescentes y jóvenes. Algunos dicen: hay que dejar de "hablar bien" y "hacerlo mejor". Es decir, desde ese punto de vista equivocado, no se reconoce y se garantiza, en teoría y en la práctica, la participación como uno de los derechos de la persona humana.  

Por lo tanto, argumentan entonces equivocadamente que la teoría y la práctica son categorías diferentes y antagónicas. Argumentan que la inmediatez urgencial, el arribismo personalista, el voluntarismo en la acción,  el pragmatismo reduccionista, todo esto será la única salida, en oposición a la retorica elocuente y vacía.

Pero la tensión entre reflexión y acción ni siempre ha estado presente, en verdad teoría y práctica van, mano a mano, buscándose, como por ejemplo se puede constatar mediante el análisis de los hechos históricos en Brasil, donde los movimientos sociales, las instituciones académicas y agencias o organismos internacionales se articularon en un momento histórico en la lucha por los derechos de niños [iii].

Este tipo de reflexión acerca de la praxis debe ser preliminarmente puesto delante de los que buscan referencias prácticas para la participación activa de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes, y de los que buscan garantizar la eficacia de esta participación como un derecho humano fundamental. En conclusión, con GRAMISCI, afirmemos ([iv]:
"- La manera de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en el afecto de la elocuencia, motor exterior y momentáneo y en las pasiones, pero interfieren activamente en la vida práctica, como constructor, organizador, persuasivo permanente, puesto que ya no habla sólo - pura y superior - sin embargo, el espíritu matemático - resumen, la técnica - el trabajo se eleva a la ciencia tecnológica y humanística-histórico de diseño, que sigue sin tener un experto y usted no recibe el líder (expertos, sino también política)”

En resumen, para escapar del quimérico dilema entre la retórica y el activismo, es necesario que pongámonos a todos (muy especialmente niños, adolescentes y  jóvenes)  a respondieren tres cuestiones centrales:
 (1) ¿Qué es participación en su relación con la ciudadanía y con la comunidad socio-política?
(2) ¿Por qué y para qué participar?   
(3) ¿Como participar?

La participación de niños, adolescentes y jóvenes-adultos en la vida social es un fenómeno multidimensional y se construye histórica, social, política y jurídicamente. Así, la ley no instituye esas experiencias de participación, todavía las reconoce como derecho positivo y las declara, como resultado de los valores paradigmáticos de la  Dignidad, de la Libertad, de la Igualdad, de la Diversidad/Pluralidad y más radicalmente de la Democracia real.

Sin embargo, cierto es que más y más escríbase acerca de las dimensiones ético-filosóficas, históricas, sociológicas, psicológicas, antropológicas y políticas de la participación en la vida privada y pública de ese  segmento de la población, en un intento de ordenar y construir un verdadero discurso multidisciplinario, sobre el tema.

Para empezar, importa que se proceda el análisis de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (y de la normativa interna de cada país), como las fuentes más importantes de los principios y normas específicas sobre la cuestión de la participación de niños y adolescentes. En esta línea, se invocará mínimamente dúas prerrogativas que la sociedad y el Estado deben reconocer y garantizar al "niño" [3], para poner en práctica la realización de todos sus derechos fundamentales como personas humanas, progresivamente: o sea, su integral protección y su pleno desarollo y progresiva emancipación, consecuentemente.

Los niños, adolescentes y jóvenes tienen como derechos fundamentales de inmediato y de obligado cumplimiento, la libertad, la dignidad, la integridad física, psíquica y moral, la educación, la salud, la protección especial en el trabajo, la asistencia social, la cultura, el ocio, el deporte, la vivienda, un entorno de calidad y otros derechos inalienables de las personas. O sea: derechos individuales, sociales, colectivos y difusos, reconocidos y garantizados por el derecho internacional y por la legislación brasileña. No sólo como satisfacción de necesidades, deseos e intereses, sino como promoción y protección de derechos humanos de los niños, los adolescentes y jóvenes.

Al mismo tiempo, eses niños, adolescentes y jóvenes son personas que necesitan de alguien, de grupos y instituciones encargadas de la promoción y defensa de su "participación, protección especial, desarrollo y supervivencia" (CDC), que es responsable de su cuidado, en particular. 

Más, estas dúas condiciones (titulares de derechos e personas en condiciones peculiares de desarrollo) no se lastiman, pero se complementan.

En su Preámbulo y en muchos de sus artículos, la Convención define los derechos de los niños en realidad en un sentido cercano a la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU en 1959, así como derecho a protección especial - "el niño necesita una protección y cuidados especiales, sobre todo de una protección legal, tanto antes como después del nacimiento. "
Pero en otros lugares, la Convención se mueve hacia adelante, reconociendo y garantizando también otros tipos de derechos que sólo pueden ser ejercidos por los propios beneficiarios: el derecho a la libertad de opinión (art. 12), los derechos a la libertad de expresión (artículo 13), libertad de pensamiento, libertad de conciencia y de religión (artículo 14), libertad de asociación (art. 15). Derechos que requieren cierto grado de capacidad intrínseca, dependen de su esencia humana de suya responsabilidad, es decir, asumir que son sujetos que pasan por un proceso peculiar de desarrollo de suya participación en la vida pública y privada.

A su vez, el Brasil declaró como estándar interno de adecuación de suya normativa interna a la Convención [4], el Estatuto de la Niñez y de la Adolescencia (Ley Federal 8.069/90) y en algunos pocos artículos reguló el derecho a participación, todavía de manera, temerosa y sin riqueza, sin procurar crear normas-reglas más minuciosas, aclaradoras y reformadoras de la antigua legislación derogada pelo Estatuto (o sea, el Código de Menores y la Ley de Bien-Estar de los Menores).

En la construcción de procesos participativos de niños, adolescentes y jóvenes, en la vida social cotidiana, la perspectiva de garantizarles los derechos humanos es necesaria para que ellos ejerzan la participación de manera a responder con eficacia (resultados) y con efectividad (impacto) a todos los acondicionadores sociales y político-institucionales, limitadores de estos procesos afectan a nosotros, en la historia y incluso en la construcción de los proyectos de vida individual y colectiva de nosotros.

Para iniciar el debate, esquemáticamente apuntemos determinados ejes de problemas en el ámbito social y político-institucional, que están a impedir la participación citada, a nivel de un paradigma de optimización:

 EJE 1º - La negación de la esencialidad humana, (a) tanto a través la  explotación y la subordinación socio-económica, manifestadas en las desigualdades sociales; (b) cuanto a través de lo enajenamiento en la vida cotidiana;
EJE 2º - La negación de la diversidad de identidad de cada niño, adolescente o joven, o sea, la negación de su identidad  de clase, raza, género, generación, ubicación geográfica, etnia, orientación sexual etc.

Eses son los primeros puntos del orden del día, elegidos, en esa oportunidad, para profundizarse nuestra discusión, o sea, para analizarse la realidad a través de una particular "visión social del mundo" [v], de una determinada perspectiva de análisis, que el compromiso y el encajamiento de nosotros determinan. Los dos desafíos supra mencionados necesitan ser neutralizados para que ese derecho fundamental a la participación proactiva se lleve a cabo por la oída específica y respetosa de los niños y adolescentes y por la colaboración deles con sus opiniones cualificadas acerca de los problemas sociales de su contexto.

Las desigualdades sociales como obstáculo para la participación efectiva de niños, adolescentes y jóvenes

Muy importante se torna analizarse las desigualdades socio-económico-culturales y sus consecuencias en la obstrucción de los procesos de extensión de ciudadanía y de fortalecimiento de la participación activa de los niños y los adolescentes y jóvenes, en la vida privada y pública.

Por ejemplo, en Brasil, es inútil hablar de reducciones de la mortalidad infantil o de la deserción escolar en el país, si no se analizar y evaluar los datos para entender que esas reducciones se producen en niveles superiores en los municipios de la Región Sur del País y en niveles bajos en la Región Nordeste o Norte. La participación obviamente envuelve estar vivos, con salud y con educación.

Los informes relativos al aumento de la mortalidad por muerte violenta (homicidio, por ejemplo) se refieren a más ciudades del Nordeste y del Norte que tienen los peores índices en las políticas públicas y en el acceso a la justicia.

La desigualdad tiene diferentes dimensiones segundo la geografía regional. Como ejemplo, tómese la diferencia en el porcentaje de familias con niños y adolescentes menores de 14 años que viven en la pobreza en el Sur (26,5%) y Nordeste (63,1%). O sea, además de ser desigual a nivel nacional, el Brasil tiene desigualdades regionales muy marcadas, que son casi de 40 puntos porcentuales.

Así, eses variados factores son condicionantes para el ejercicio de la participación de niños, adolescentes y jóvenes en la vida privada y pública.
Las cuestiones de raza o color y de origen étnico justifican otros tantos motivos de discriminación, explotación y violencia contra niños, adolescentes y jóvenes, descalificando sus procesos de cohesión social, de  inclusión ciudadana y de participación proactiva. Lo mismo cuanto a la explotación sexual y la violencia, que tienen género, raza y etnicidad en Brasil, llegando también de manera masiva y sistemática a la población indígena, femenil y afro descendiente.

Estas son variables muy importantes en el análisis de estos datos y la información también. ¡Triste, quien nace pobre, mujer, adolescente, afros descendientes, persona lesbiana y discapacitada, por ejemplo, en los municipios de Brasil!

En 2005, el Informe sobre Desarrollo Humano de Brasil (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) se centró en las desigualdades étnicas y raciales. Según este documento, "si los negros y los blancos para formar un país aparte, la distancia entre ellos sería 61 posiciones" [ix].

¿Así, como participar libremente con tal sobrepeso de desigualdades sobre sus espaldas? ¿Cómo garantizar derechos de participación en un cuadro de desigualdades agudísimas y de fuerte negación de derechos fundamentales como el derecho a la vida, a la salud, a la educación – por ejemplo?

Por fin, la alienación de niños, adolescentes y jóvenes es otra fuerza de des-humanización, que se hay que combatir; pero, ¿cuales son eses valores de la esencialidad humana que su negación puede llegar a ser muy acentuada y grave? En respuesta: la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la pluralidad, la justicia, así, los derechos humanos.

Una forma de negación de la esencia humana de niños, adolescentes y jóvenes es la alienación en la vida cotidiana, “enajenación en la cotidianidad” (BRANDT, Maria do Carmo),  niveladora por bajo e robotizante.  Un proceso de alienación socio-política que exige de niños, adolescentes y jóvenes, para vencerlo, en contrapartida, un proceso de concientización de sus potencialidades y capacidades, que los hagan proactivamente participativos, que los hagan verdaderos sujetos históricos y jurídicos.

Así, es necesario comprender en tal proceso de concientización y participación que cultura, arte, pensamiento científico y popular, prácticas de reglamentación socio-política deben responder – de manera transformadora, liberadora y revolucionaria - deben resultar en la liberación de tales niños, adolescentes y jóvenes de los diversos procesos de enajenación individualmente y societariamente, en la masacrante vida cotidiana. Es necesario - a través de "las ciencias, de las artes y del trabajo creativo" – que se hace "suspender la heterogeneidad de la vida cotidiana" [vi], como decía LUCAKS, no se permitiendo que niños, adolescentes y jóvenes se tornen meros espectadores de la vida, sin responsabilidad para elles y sin potencialidad para impactar su entorno con su incidencia.

Esa lucha contra la alienación social y a favor de la concientización socio-política conducirá a un proceso irreversible de cambio dese segmento poblacional en verdaderos sujetos históricos conscientes y así en verdaderos sujetos titulares de derechos, consecuentemente.

Por último, es necesario intentar que la reducción a situación de cosas da parte de  niños, adolescentes y jóvenes en las relaciones sociales, debe  ser anulada por completo, para que sean conducidos finalmente a una praxis libertaria, en alianzas fuertes con la clase obrera y con los grupos organizados de personas privadas estructuralmente de sus derechos más fundamentales (mujeres, afro descendientes, indígenas, niños / adolescentes / jóvenes, personas con discapacidades, segmentos LGBTT, población sin-techo y  sin-tierra, las poblaciones tradicionales “quilomberas”, gitanas etc.).
Otro ejemplo de enajenamiento en la cotidianidad  es lo "fashionismo"[7], o sea, el consumismo que lleva a los niños, adolescentes y jóvenes a perder su autonomía como seres históricos, para enflaquecer el ejercicio de su derecho a participar activamente en su familia, comunidad y en la sociedad y en el Estado. Consumistas se tornan nada más que juguetes, marionetas, sin opinión considerables. No constructores altaneros y fieros de su propia historia, con su participación proactiva en los procesos históricos, como titulares de derechos.

Además, como otro ejemplo de la alienación en la vida diaria, hay que registrar también el proceso de reducción radical y aislacionista a guetos”, cuando se extrapola el significado simbólico del gueto, políticamente como mecanismo pertinente de la lucha por la supervivencia de ciertos grupos contra-mayoritarios, por su peculiar identidad - refuerzo de su “faces-identitárias”.

La vivencia en guetos, por otro lado, se torna una forma de enajenación cuando se convierten en un fin en sí mismo y en un mecanismo de aislamiento y conformación, incapaz de posibles alternativas [vii]. También, una peculiar línea de formación de grupos aislacionistas es el “idioma del gueto” (prostitutas, drogadictos, adolescentes en conflicto con la ley, etc.) cuando se prestan a oponerse a las formas más importantes de diálogos, de comunicación con todo el mundo, en la tentativa de hacerse oído y de tener su opinión considerada.

Otras tendencias sociales poden ser vistas como manifestaciones también de enajenación en la vida cotidiana y deben ser analizadas por el mundo de los adultos y por grupos organizados de niños, adolescentes y jóvenes de manera auto-crítica, en busca del necesario proceso de concienciación: la auto-crítica y  la concienciación política deben convertirse, así, en efectivas armas contra todo tal proceso de enajenación social y política, obstaculizando las posibilidades de participación.
¿Qué significa ese rechazo a la identidad infanto-adolescente-juvenil y cual su influenza en el ejercicio del derecho a participar?

En la mayoría de las sociedades, las diferencias biológicas entre niños, adolescentes, ideosos y adultos justifican y legitiman las desigualdades, en relación con el poder otorgado a los adultos contra los niños, adolescentes, jóvenes e idosos.

Tal situación debe ser reconocida como parte de la cultura popular e institucional, que establece relaciones de discriminación, abandono, explotación y violencia, es decir, de dominación de los niños e adolescentes. Hegemonía adultocentrica que repite el androcentrismo patriarcal-sexista, el racismo etnocéntrico, la homofobia, por ejemplo. Mujeres, negros, homosexuales, sin-tierra y obreros explotados, por ejemplo - que lloran y sufren la dominación y la opresión - se organizan y construyen discursos y prácticas alternativas, de eficacia indiscutible y de fuerte capacidad de cambios y de transformaciones, como procesos contra-hegemónicos, en oposición a la hegemonía capitalista, sexista, racista, homofóbica, por ejemplo.

A veces es desde dentro del bloque hegemónico de los adultos se lleva a cabo la lucha por los derechos de los niños y adolescentes con un discurso crítico y una práctica comprometida, con compromiso y solidaridad. Los adultos están tratando de hacerse superiores a sus intereses y deseos, en cuanto bloque dominante y mayoritario  y pasan a comprometerse con los intereses, necesidades y deseos de los oprimidos. Pero, más radical, por lo tanto más rápido y más eficaz serian los discursos y las prácticas contra-hegemónicas y emancipatórias de niños, adolescentes y jóvenes si ellos más participasen proactivamente.

La participación activa de los niños, adolescentes y adultos jóvenes no debería ser como una concesión del mundo adulto, ni un resultado de ciertas políticas y programas  que promueven, más a menudo y al mismo tiempo, la pro-actividad protagónica y la sumisión esterilizadora.

¿Todavía, que es y a quien interesa la afirmación de la identidad generacional? ¿Como esa afirmación de la identidad generacional depende da participación activa de niños, adolescentes y adultos jóvenes y viceversa?

La identidad generacional es socialmente construida y reconstruida en las interacciones sociales, especialmente en la familia, escuela, comunidad vecinal etc. Así se construye a partir de estas relaciones, una verdadera "orden o sistema de generación", con pre-prácticas establecidas y con un discurso que justifican estas prácticas. De una manera similar de las relaciones de género - los roles y responsabilidades de hombres y mujeres. De forma similar también las relaciones raciales y étnicas [xi].

La identidad es un concepto fundamental, como articulador entre los discursos y prácticas, por un lado para producir una subjetividad que nos edifican como sujetos sociales y, por otro lado, para poner a nosotros en el lugar asignado. Las identidades se construyen, estratégicamente, en la interacción, en el conflicto, en el proceso de socialización de cada uno, en el proceso de construcción de su proyecto de vida. Cosa que depende del reconocimiento de otros actores sociales.

Los procesos de construcción y la explicación de ciertas identidades son siempre situacionales o histórico. En un momento determinado, determinadas identidades no dominantes, se manifiestan más fuertemente como “identidades epifánicas". O sea, identidades que se manifiestan con mayor fuerza, en oposición a lo hegemónico y se proyectan en el mundo, con más visibilidad, até mismo escándalo.

Por ejemplo, se vivió hace mucho tiempo, un período más largo de súper-exposición epifánica en relación a la identidad femenina, con el surgimiento del movimiento feminista, en su saldable y efectiva radicalidad. Hoy, por ejemplo, también, los afros descendentes y las personas gayes, lesbianas, bisexuales y transexuales, poco a poco, están afirmando y visibilizando sus propias identidades, en las luchas contra el racismo y la homofobia.

Por último, sin duda, en las últimas décadas, se está viviendo un período de mucha visibilidad [10] en relación con la identidad de ser niño, de ser adolescente, de ser joven, de ser anciano - o sea, de construirse una identidad generacional.

¿Hay una identidad sustancial o la identidad del niño y del adolescente es una identidad adjetiva? ¿O sea: solamente se puede ver a los niños, niñas y adolescentes como "delincuentes, niños pobres, abandonados, en situación de riesgo, de abuso y explotación sexual, miserables, desnutridos, políticamente marginados, explotados en el trabajo, drogado, asesinados, discapacitados,  traficados "? ¿Por qué se olvida tanto su sustancialidad, su esencialidad, su identidad?

Hay un proceso dominante que reprime y oculta la identidad de la niñez y su esencia humana, hay en la sociedad capitalista un claro proceso de reificación, haciendo que las cosas  se tornen objeto de protección tutelar, como una condición que justifica un consecuente proceso de clasificación y calificación, de apartheid, de institucionalización y deshumanización.

Se ha reportado la ocurrencia de dos puntos de vista opuestos sobre el tema de los derechos humanos de los niños y adolescentes, especialmente de los marginados, de los desposeídos, en situación de riesgo social, explotados, abusados, discriminados - los que viven en circunstancias especialmente difíciles. Aquellos a que se retiran su sustancialidad y se destacan sus adjetivaciones casi anulando sus sustancialidades.

Algunas personas enfatizan la necesidad de una protección tutelar, especial y puntual, negando la autonomía de ellos y su condición de sujetos, percibiéndolos como vulnerables en sí mismo (no vulnerabilizados, o sea, socialmente marginados y por un determinado  momento), sin ningún tipo de responsabilidad por sus acciones. Para esas personas la institucionalización es el mejor camino: los "nidos-cárceles" serán el lugar de estos niños y adolescentes marginados (chaperos, travestis, grafititos, adictos a las drogas, callejeros etc.) Para esas personas más conservadoras las "redes de relaciones entre pares" - con sus dinámicas locales – no se deberían tener en cuenta y sí velas como sospechosas. Ellas no saben cómo trabajar con grupos informales, con las formas asociativas no institucionalizadas (galeras, pandillas, etc.) O no máximo quieren domesticarlas, manipularlas.

Cuando no es esa línea, otros ponen el acento en reflexión y su acción sobre la autonomía de los niños y adolescentes de manera exacerbada y entonces descartan como "castración" todas las formas de protección. Y terminan por negar cualquier vislumbre de responsabilidad  de la familia o del Estado y de la sociedad, para garantizar la sobrevivencia y el desarrollo. También refuerzan, esas personas, los aspectos negativos de estas "redes locales”. Y se convierten en verdaderos cómplices, encubridores y compinches, que todo acepta, en nombre de la autonomía, de la libertad de este segmento.

¿Finalmente, cuáles deben ser las estrategias para el fortalecimiento de la participación de niños, adolescentes y adultos jóvenes?

Si sabemos que el fortalecimiento de la participación activa de los niños, adolescentes y adultos jóvenes es nuestro objetivo a ser perseguido, también se hace necesario buscar formas de lograr esto, o sea, formas de estrategias. Hay un amplio espectro de estrategias a desarrollarse para este fin.

La gran estrategia para fortalecer la participación proactiva de los niños, adolescentes y jóvenes es el uso de la educación (de carácter empoderador y libertador) teniendo de manera complementaria el desarrollo de otras estrategias (y sus tácticas y metodologías). Se centran específicamente en la
(1)  sensibilización de los formadores de opinión y otros líderes (advocacy),  
(2)  movilización social de la opinión pública en general;
(3) construcción de aparcerías y alianzas
(4) apoyo a la institucionalización de espacios y de mecanismos.

Tenemos que construir argumentos teóricos y registros de buenas prácticas que pueden mover y inspirar a los destinatarios de estas dos estrategias, la sensibilización de jueces, abogados, defensores de los derechos humanos, políticos, activistas de organizaciones de movimientos sociales, periodistas, operadores de las distintas técnicas las políticas públicas, educadores, diplomáticos, parlamentarios, religiosos, y el público en general.

Sin embargo, ciertos segmentos de nuestra audiencia y en particular los niños, los adolescentes y jóvenes, se han levantado en nuestro contexto nacional, interamericano y internacional - como un problema social importante, causando verdadero pánico moral, en las familias, las comunidades vecinas, en la sociedad e incluso en el Estado: cuenta con ciertos segmentos son los que en circunstancias especialmente difíciles de la vida en el rostro de su identidad nominal, es decir, las niñas, LGBTT [16], afros descendientes, infractores, indígenas [17], poblaciones desplazadas - por ejemplo.

Tanto lo empoderamiento identitário, el desarrollo de aprendizajes y habilidades (especialmente en la educación formal) [18]) son dos estrategias diferentes y complementarias entre sí para alcanzar los objetivos propuestos: (a) la participación activa de los niños, adolescentes y los jóvenes en la vida social y (b) el reconocimiento y la garantía de los derechos correspondientes como derechos humanos fundamentales.

CONCLUSIÓN

Todavía, un largo camino hay por recorrer por la desconstrucción de todos estos discursos ideológicos, llenos de grietas y contradicciones,  que enmascaran nuestras formas de pensar y nuestras prácticas.

En este estudio, se está más interesado ​​en la discusión acerca de las luchas contra-hegemónicas, a favor de los segmentos generacionales que pelean a no más someterse a ese proceso de dominación. Específicamente, a favor de los niños y adolescentes a los cuales no se reconoce ni se garantiza su derecho a la participación como personas humanas.

Es esencial que una reflexión comprometida y una nueva práctica – como praxis revolucionaria -  sean concebidas y desarrolladas, desde la perspectiva de los intereses de las clases y grupos sociales dominados (trabajadores y vulnerabilizados), con la aplicación de medidas de acción a favor de los dominados, explotados, violentados, excluidos, con verdaderas “discriminaciones positivas”, con acciones afirmativas de sus derechos fundamentales.

Texto-base para una ponencia del Autor, en evento del IELSUR, 29 e 30 de septiembre, desde Montevideo y Artigas - Uruguay (versión revista en 13 setiembre, 2011).

ANEXOS

NOTAS REFERENCIALES:

[1] Barrio, escuela, organizaciones de base geográfica, las tribus, "galeras", poblados, quilombos
[2] Véase Nota Final (i), abajo.
[3] Acá, en el sentido amplio que reúne las normas internacionales, es decir, menores de 18 años.
[4] Además de la adecuación a la Constitución Federal de Brasil (art.227 y 228, en particular)
del estándar de infraestructura de los sistemas jurídicos nacionales.
[5] "Reificación" =  reducción a la condición de objetos de tutela y dominación, como ocurre con los trabajadores, mujeres, niños, negros, indios, LGBTT, personas con discapacidad, consumidores de drogas ilícitas, etc.
[6] Las relaciones de género, generación, raza, etnia, etc.
[7] La ​​búsqueda de la última moda
[8] NOGUEIRA NETO, Wanderlino. "Derechos Humanos Generacionales". Fortaleza. Ed. CEDCA-CE & SDH-PR/BR. 2005.
[10] Epifanía: momento de mayor visibilidad y mayor eficacia en el mundo.
[11] Los niños: hasta 12 años de edad, incompletos
[12] Los adolescentes: de 12 a 18 años de edad
[13] Para jóvenes y adultos: 18 a 24 años
[14] En la forma de la Constitución Federal (1988) y el Estatuto del Niño y del Adolescente (1990)
[15] En el doble sentido de (1) la educación para el empoderamiento (ver Paulo Freire) y el empoderamiento y fortalecimiento personal-social-político-legal de identidad en las relaciones de género y similares (cf. María Castro et al).
[16] Lesbianas, gayes, bisexuales y transexuales.
[17] Los delincuentes / criminales en los países en donde se establece la responsabilidad de la responsabilidad criminal / menores de 18 años y por lo tanto no tenemos una justicia penal juvenil, como una especie de justicia de menores amplios presentados en la Convención sobre los Derechos del Niño.
[18] Vista como determina la Ley de Directrices y Bases de la Educación - LDB: “
el aprendizaje, la preparación para el mundo del trabajo y la construcción de ciudadanía”.[19] García Méndez, Emilio - "Los niños, el Derecho y la Democracia: un asunto de Justicia"

NOTAS FINALES

1)       As idéias de MARX, Karl (1818-1883) & ENGELS. Friedrich (1820-1895) não tinham nenhuma preocupação em definir uma ciência específica para analisar a sociedade, porque buscavam compreendê-la na sua totalidade, não promovendo a separação dos aspectos econômicos, políticos, ideológicos, religiosos e etc. As mudanças na História da Humanidade, segundo uma análise marxista, ocorrem a partir da luta entre as classes sociais, ou seja, reafirmando a idéia de que o homem é um sujeito histórico, capaz de constituí-la e transformá-la.
2)     GUERRA, Yolanda. “A ontologia do ser social: bases para a formação profissional”. Revista Serviço Social & Sociedade. São Paulo: Cortez, n.54, ano XVIII, Julho/1997.
3)     Conferir NOGUEIRA NETO, Wanderlino. 2009. “Duas décadas de lutas por direitos da criança e do adolescente no Brasil”. INESC-CONANDA
4)     Conferir GRAMSCI, Antonio.. Memórias do Cárcere
5)      Conferir LOWI, Michael. ”As aventuras de Karl Marx contra o Barão de Munchhausen”. São Paulo. Editora Cortez
6)     Conferir LUKÁCS, Georg. Ontologia do ser social (I e II). São Paulo, Ed. Ciências Humanas, 1979; LEFÉBVRE, Henri. La vie quotidienne dans le monde moderne, Paris, Ed. Gallimard, 1968; HELLER, Agnes. O quotidiano e a história. Rio de Janeiro. Ed;. Paz e Terra. 1972; CARVALHO, Maria do Carmo M.C. Brandt. Cotidiano: Conhecimento e Crítica. Cortez Editora. 7ª edição. 1978.
7)    Alteridade (ou “outridade”) é a concepção que parte do pressuposto básico de que todo o homem social interage e interdependeeu-individual" só é permitida mediante “um contato com o outro (que em uma visão expandida se torna o Outro - a própria sociedade diferente do indivíduo). Alteridade é a concepção que parte do pressuposto básico de que todo o homem social interage e interdepende de outros indivíduos”.
8)     “Com mais de 183 milhões de pessoas, o Brasil é o quinto país mais populoso do mundo e a 10ª economia. Mas, igualmente é um dos países mais desiguais da Terra, ocupando a 92ª distribuição do PIB per capita e a 69ª posição no ranking do IDH – Índice de Desenvolvimento Humano. Dados do PNUD (Programa das Nações Unidas para o Desenvolvimento) informam que o País é o 10º mais desigual numa lista com 126 países e territórios, à frente apenas de Colômbia, Bolívia, Haiti e cinco países da África Sub-Saariana. Além disso, em apenas oito países os 10% mais ricos da população se apropriam de uma fatia da renda nacional maior que a dos ricos brasileiros. No Brasil, eles ficam com 45,8% da renda, menos que no Chile (47%), Colômbia (46,9), Haiti (47,7), Lesoto (48,3%), Botsuana (56,6%), Suazilândia (50,2%), Namíbia (64,5%) e República Centro-Africana (47,7%). Os pobres brasileiros detêm apenas 0,8% da renda, fatia superior à dos pobres de Colômbia, El Salvador e Botsuana (0,7%), Paraguai (0,6%), e Namíbia, Serra Leoa e Lesoto (0,5%). A comparação entre os 20% mais ricos e os 20% mais pobres mostra que, no Brasil, a fatia da renda obtida pelo quinto mais rico da população (62,1%) é quase 24 vezes maior do que a fatia de renda do quinto mais pobre (2,6%. Preliminarmente, é de se reconhecer que a pobreza é o maior sinal dessa desigualdade, dessa falta de equidade. Ela é uma das grandes violações de direitos fundamentais e um dos maiores filtros obstaculizadores à participação proativa de jovens, adolescentes e crianças – a subalternização pelas desigualdades castra as potencialidades de luta. De acordo com o IBGE (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística), em quase metade (48,9%) das famílias brasileiras há crianças e adolescentes com até 14 anos de idade. Basta assinalar que o percentual de famílias consideradas pobres (com rendimento mensal per capita de até ½ salário mínimo) é de 25,1% em relação ao total das famílias no País, mas chega a 40,4% entre as famílias com crianças de 0 a 14 anos. Quando se consideram apenas as famílias com crianças na faixa de 0 a 6 anos, o percentual é ainda mais alto: 45,4%”, ou seja, as famílias com filhos nesta faixa etária são mais pobres. Contudo, além da pobreza, a desigualdade tem outras dimensões, outras condicionantes e limitações para a ação pública. Cfr. NOGUEIRA NETO,Wanderlino. “Análise do Contexto Social e Político brasileiro após 20 anos de Vigência da Normativa de Promoção e Defesa/Proteção dos Direitos de crianças e Adolescentes”. In Avaliação de Meio-Percurso do Programa do País. Recife. UNICEF

9)     “A população branca teria IDH alto (0,814) e ficaria na 44ª posição no ranking mundial – semelhante à da Costa Rica e superior à da Croácia. Já a população negra (pretos e pardos) teria IDH médio (0,703) e ficaria em 105º lugar, equivalente ao de El Salvador e pior que o do Paraguai” (...). No Brasil, a despesa média mensal familiar das famílias onde a pessoa de referência se declarou branca (R$2.262,24) chega a quase o dobro das que se declararam negras (cerca de R$1.230,00), em uma inconteste demonstração da inter-seccionalidade de raça e classe social. Ao todo são 9,5 milhões de crianças de até três anos fora das creches e 2,2 milhões entre quatro e seis anos que não estão na pré-escola; do total de crianças de quatro a seis anos fora da escola 58% são negras, o que corresponde a 1,3 milhão de crianças. Cfr. NOGUEIRA NETO. Wanderlino- loc.cit.
10)   NOGUEIRA NETO, Wanderlino. In “Direitos Humanos Geracionais”. 2004. Fortaleza. : “(...) A tarefa básica dos movimentos sociais e de suas expressões organizativas[1], nos últimos tempos, no Brasil, tem sido a de procurar incidir sobre o Estado e sobre a sociedade de modo geral, no sentido da deflagração e construção de um processo “transformante-revolucionante”, emancipatório, contra-hegemônico (social, cultural, político, econômico e jurídico), atuando nas brechas dos blocos hegemônicos capitalista, adultocêntrico, androcêntrico, etnocêntrico, homofóbico etc. Uma incidência que procura fazer com que o Estado e a Sociedade abandonem, cada vez mais, aquela linha tradicional alienadora e meramente filantrópico-caritativa, no caso de crianças, adolescentes, jovens e idosos, na qual as suas ações se configuravam como uma benesse ou favor do mundo adulto, apaziguando consciências e legitimando o higienismo dominante – uma linha castradoramente "tutelar", portanto, adultocêntrica. Por sua vez, nascendo desses movimentos sociais e a eles vinculados (ou por eles influenciados), surgiram determinados movimentos conjunturais de luta, por exemplo, em favor de uma nova normativa internacional e nacional de caráter emancipador e transformador, que pudesse ser considerada uma aliada política no processo maior de lutas dos movimentos sociais em tal luta conjuntural específica por um novo Direito e por uma decorrente e nova Política (estatais e societais). Mas é importante que se reconheça também que nem sempre todos os segmentos ou blocos de certos movimentos conjunturais estão aliados aos verdadeiros movimentos sociais e são orgânicos de relação a estes. Na verdade estão aliados alguns blocos societários (mesmo que sub-repticiamente) a grupos hegemônicos capitalistas, adultocêntricos, por exemplo.Nesse contexto de aliançamento de movimentos conjunturais com os movimentos sociais, estão os esforços de vários e determinados movimentos conjunturais históricos pela inclusão dos arts. 227 e 228 na Constituição Federal de 1988, pela ratificação da Convenção sobre os Direitos da Criança e pela aprovação do Estatuto da Criança e do Adolescente, ambos em 1990. E se espera, no momento atual, que igual processo se repita, com um renovado movimento conjuntural, legítimo e aliançado com os movimentos sociais, pela formulação e planejamento de uma política específica que dê conta da efetividade social e eficácia jurídica do novo Direito, ou seja, a Política Nacional dos Direitos Humanos de Crianças e Adolescentes. Essa luta transformadora e emancipadora, por um novo Direito e por uma nova Política, ambos em favor da infância/adolescência, precisa ser feita como parte da “incidência-em-combate”, mais ampla, dos movimentos sociais na luta dos trabalhadores e dos citados grupos vulnerabilizados e marginalizados (em especial, oprimidos, discriminados, negligenciados, explorados, violentados[1]), para o enfrentamento da questão social, em sua radicalidade. Contudo, nesse contexto maior, a luta dos movimentos por direitos infanto-adolescentes ainda se faz em nível um tanto incipiente, se compararmos, por exemplo, com aquela outra pelo fortalecimento da identidade feminina, pela emancipação radical da mulher e pela construção de uma nova masculinidade - a democratização das relações de gênero.  Ou se compararmos com luta semelhante contra todas as formas odiosas de discriminação e violência a que são submetidas as populações negras ou indígenas, as minorias eróticas e outros segmentos sociais vulnerabilizados, no Brasil e no resto do mundo (...)”.
11)   A respeito da “alquimia” possível entre as categorias de gênero, geração e raça e das suas possibilidades concretas, de maneira precisa ensina MARY CASTRO: “(...) As categorias raça, gênero e geração têm em comum serem atributos com significados, histórias, políticas, culturais e econômicas, organizados por hierarquias, privilégios e desigualdades, aparados por símbolos particulares e ‘naturalizados’. A combinação de categorias como gênero, raça e geração, na classe, não é uma simples operação de somas de discriminações ou de linguagens próprias e pode dar origem a sujeitos políticos mais ricos e criativos, além dos esquemas duais das identidades-alteridades e este é um desafio”.
12)   NOGUEIRA NETO, Wanderlino in “Direitos Humanos Geracionais”. 2004. Fortaleza. Ed. SDH e CEDCA-CE: “A marca da identidade é o sentido de "pertença" a certas categorias ou a aspectos culturalmente significantes da sua biografia pessoal: o sentir-se e assumir-se negro, mulher, jovem, yanomami, católico, mahori, baiano, xiita, cigano, lésbica, por exemplo. E partir daí, em cada encontro social, o indivíduo atua segundo uma "linha" decorrente do seu pertencimento. E em decorrência dessas "linhas" de atuação esperada, a identidade cria uma "face" , isto é, "um valor social positivo que o indivíduo reivindica, uma imagem do sujeito assentada nos atributos aceitos socialmente" [1]. Para manter a auto-estima e seu orgulho-de-pertença no encontro social, na interação, o sujeito precisa preservar sua "face", evitando ter que abdicar dela (auto-respeito). Mas, ao mesmo tempo, evitando ser marginalizado, discriminado, violentado, em conseqüência dela ("tato" ou consideração pelo outro), num processo de "cooperação ritual" [1], de orientação defensiva de si mesmo ou protetora do outro. As noções de honra, de dignidade, de consideração se referem a essa dimensão da "face". "Face" é afirmação de autenticidade. De qualquer maneira, a construção de qualquer consciência de identidade não pode prescindir do diálogo multivocal com o diverso. A “militância identitária” [1] deve complementar a militância clássica, em favor da desconstrução do modelo de classe e de dominação em geral das classes subalternizadas. ´E preciso articular a luta dos diversos sistemas de reprodução das desigualdades, dos sistemas de dominação hegemônicas, sem se ater exclusivamente na crítica e denúncia às desigualdades, iniqüidades, em função das diferenças de gênero, raça e geração”.
13)   NOGUEIRA NETO, Wanderlino in “Direitos Humanos Geracionais”. 2004. Fortaleza. Ed. SDH e CEDCA-CE “A marginalização é uma situação peculiar, com dinâmicas e estruturações próprias, que precisam ser consideradas em nosso discurso e prática. Tendo-se a marginalização simultaneamente como proposta da estrutura social (marginalizadora) e como resposta do ator (marginalizado) e focando-se a marginalização também duplamente no distanciamento da norma heterônima, inefetiva / ilegítima e na composição/contraposição aos sistemas de regulação social - aí, nesses pontos, se deve ir buscar a solução; a possibilidade de neutralização do processo estrutural marginalizador, com o devido e necessário respeito ao ator-marginalizado. Em primeiro lugar, importante se torna trazer para o lidar com essas crianças e esses adolescentes nessa situação o sentido de reciprocidade. Uma sociedade e um estado, respeitadores das normas e a elas sujeitos, incitam todos os atores sociais (especialmente os marginalizados, por sua própria natureza), reciprocamente, ao respeito à norma. Uma sociedade e um estado, mantenedores de sistemas de regulação sociais (família, polícia, justiça, escola etc.) atidos a procedimentos legais, induzem todos os atores sociais (especialmente os marginalizados, por sua própria natureza), reciprocamente, ao respeito a eles próprios.  Em resumo: “O respeito ao direito do outro é o alimento natural de uma eventual generalização de expectativas que leva à construção de um estado de direito (...). Numa sociedade em que se permite grandes hierarquias e desequilíbrios entre os cidadãos, dificilmente se alcançará a reciprocidade e, conseqüentemente, também será difícil que o direito sirva como instrumento de organização e pacificação social” (VILHENA.1998). A criança e adolescente marginalizados, em si, já carregam uma carga de negatividade muito forte, que lhe impõe a ordem social e que acabam assumindo. Importante se torna, então, a focalização estratégica positiva no direito à convivência familiar e comunitária e nas possibilidades práticas de sua exigibilidade, do que  se acentuar tanto o abandono, a situação de sobrevivência na rua, por exemplo. Isso vale, em outro exemplo, de relação à marginalização pela orientação sexual (prostituição, travestismos etc.): “a discussão centrada no abuso sexual não implica no questionamento dos padrões, normas e tradições da sexualidade vigentes na sociedade brasileira; discutir a sexualidade (de crianças e adolescentes abusados) é discutir a cultura e o padrão civilizatório vigente (...); nesse sentido trata-se de colocar na agenda nacional e profissional o direito de todos à sexualidade responsável e protegida” (FALEIROS). Com essa postura positiva, abandonamos também a descrença que nasce do “modelo do dano” (tanto dos atores marginalizados, quanto dos agentes públicos que com eles lidam), em favor da promoção da “resiliência”, enquanto potencial humano de passar por experiências adversas sucessivas, sem comprometimento da capacidade de superar esses percalços, de fazer bem as coisas e resgatar a própria dignidade. Promover a resiliência da criança e do adolescente marginalizado significa fazer com que ele consiga construir seu sentido de vida e das coisas, seu lugar no mundo, no presente e, principalmente no futuro.  Como diz Cenise Vicente: “A resiliência  é um fenômeno psicológico construído e não tarefa do sujeito sozinho; as pessoas resilientes contaram com a presença de figuras significativas, estabeleceram vínculos, seja de apoio, seja de admiração; tais experiências de apego, permitiram o desenvolvimento da auto-estima e autoconfiança” (VICENTE) Esse fortalecimento do ator marginalizado forçosamente nos levará ao ponto mais importante nesse processo de extensão da cidadania da criança e do adolescente marginalizados: a promoção da sua participação proativa na vida social em geral e particularmente no planejamento e no desenvolvimento das estratégias de sua integração social, fortalecendo neles um sentido de empowerment, enquanto potencialização do seu protagonismo social. As crianças e os adolescentes marginalizados não podem ser “massa de manobra”, manipulados por seus próprios marginalizadores. Não podem ser chamados a participar apenas reativamente, como forma de legitimação dessas estratégias e desses serviços e programas, de determinadas políticas em seu favor. Em resumo: “A quantidade e qualidade das oportunidades de participação na resolução das situações reais influenciam os níveis de autonomia e de autodeterminação que eles serão capazes de alcançar também na vida pessoal, familiar, profissional, cívica, social (...) passa a ter diante de si uma oportunidade de ‘mobilizar’ em favor de uma causa, em favor de uma vida melhor, em níveis profundos, como uma opção de natureza pessoal, que lhe é fonte de prazer, de gratificação, de sentido de auto-realização”. (“Atendimento ao Adolescente em Conflito com a Lei – Reflexões para uma Prática Qualificada” in Caderno n.01 / DCA-SNDH-MJ  / org. Wanderlino Nogueira Neto / 1998). Por fim, constate-se mais: as situações de negligência, exploração, violência, opressão e particularmente de discriminação, a que estão submetidos, de maneira exacerbada, as crianças e os adolescentes marginalizados, a partir de uma situação ou de desvantagem social (em função da raça, etnia, gênero, sexo, morbidade, pobreza extrema etc.), ou de vulnerabilidade (exploração sexual, abandono, exploração no trabalho etc.) ou de conflito com a lei (infração), justificam o quanto suficiente “discriminações positivas” em favor deles, com ações afirmativas que compensem esse quadro maligno desencadeador ou potencializador da marginalização. (...).

Wanderlino Nogueira Neto

Nenhum comentário:

Postar um comentário